miércoles, noviembre 26, 2008

Mensaje con destino

La experiencia es una escuela,
donde los fatuos no asisten

Benjamín Franklin (1706-1790)
Político, filósofo y científico estadounidense.

Perogrullesco: las victorias se administran con humildad y las derrotas se asumen con gallardía. En lo que a mí respecta debo decir, que aún cuando la polarización nos absorbió, aceptamos gallardamente nuestra derrota y reconocemos que el rojo rojito triunfó limpiamente y en buena lid. Esperemos de los ganadores ahora ese gesto de humildad para que nos reconozcamos todos. Gobierno y oposición. No olvidemos una regla de oro de la democracia: para que exista un buen gobierno, debe existir una mejor oposición y el pueblo nos eligió este 23N, para que asumiéramos parte de esa oposición, la cual ejerceremos en su debido momento con el mismo espíritu constructivo que lo hemos hecho siempre. Por ahora, ¡felicitaciones! Mucha suerte y disfruten de la luna de miel. Arrieros somos y en el camino andamos. Es un mensaje con destino.

Demostrado: la soberbia, la prepotencia, la arrogancia, la presunción, la vanidad, la pedantería e insolencia nunca han estado, ni estarán a la altura de la gallardía, el respeto, la humildad, la gentileza y la decencia. No hay discusión numérica. En una elección democrática la regla de oro indica que gana el que obtiene un voto más de quien llega en el segundo lugar de los candidatos o la mitad más uno de los votos si solo hay dos competidores. Eso no tiene discusión. La gran lección es política. Utilizando la expresión bidireccional – esa que opera en ambas direcciones – para todos, es un mensaje con destino.

El poder, mucho más si llega por un accidente electoral, marea a cualquier aventurero engreído y presumido. Nunca antes la ciudad había tenido mandatarios que fuesen producto de un portaavión como en los últimos tres procesos electorales. El primero llegó con el lema “El capitán del cambio” y ciertamente le cambió la vida. De pobre de solemnidad pasó a ser rico potentado de bajo perfil. El segundo se creyó el dueño de la ciudad. El más corrupto, violento, violador de derechos humanos, irrespetuoso, engreído, fanfarrón, arrogante y fantoche que impuso la cultura de la muerte y pretendió, fallidamente, imponer el nepotismo como forma de gobierno. El pueblo no se lo caló, lo esperó en la bajadita y lo eyectó. Un gran castigo y un excelente mensaje con destino.

Lo que llega por azar, por un golpe de suerte o sencillamente por un templón de esféricas, no tiene base de sustentación, sus soportes son muy endebles máxime si se deja arropar por una cuerdita de adulantes y lo aderezan con una traición. Eso crea las condiciones objetivas para la muerte política anticipada. El caso que nos ocupa es dramático. No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague. El tiempo, ese que no se detiene a esperar a nadie, es implacable y en el presente, los resultados vuelven a demostrarlo. No hay futuro con un pasado nefasto y un presente sin brújula. Vienen tiempos difíciles, tormentosos y borrascosos: el resultado de la cosecha de vientos turbulentos que ocasionaron este tsunami catastrófico de quien presumía de un liderazgo indestructible y todavía no lo ha sido asimilado en su justa dimensión. El que crea que no ha pasado nada no está en sus cabales. Hay una lección que hay que aprender y entender muy bien. Es un impecable mensaje con destino.
Nadie experimenta en cabeza ajena, pero cuando nos empinamos para lograr nuestros objetivos sobre los errores, deslices, yerros y desaciertos del adversario, el enemigo o competidor no queda otra opción que aprender de esas experiencias nefastas para no repetirlas. Es de gente inteligente, lo contrario es convertirse en un fatuo más, que nunca asiste a la escuela de la experiencia. Es un mensaje con destino.

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