miércoles, septiembre 09, 2009

El fracaso revolucionario es de tronío

El que sirve a una revolución labra el mar
Simón Bolívar (1783-1830)
Militar, político y libertador de Venezuela.

En el segundo gobierno del Dr. Rafael Caldera Rodríguez, el precio del petróleo experimentó el bajón más dramático de toda su historia. El barril promedió 8 dólares. El país, en medio de esas limitaciones presupuestarias, mantuvo su nivel. Las obras públicas no se detuvieron, se profundizó la descentralización, los servicios públicos funcionaban aceptablemente, los empleados públicos cobraban puntualmente, el estado discutía los contratos colectivos con los trabajadores, concretaban acuerdos, los firmaba y los cumplía, vivimos un clima de estabilidad política y se garantizó la paz social. Estaban mal los ingresos, pero íbamos bien.

En el 1998 llegó la revolución, el proceso, el socialismo del siglo 21. La quincalla ideológica, pues. Los precios del petróleo, por efectos del boom económico que experimentaron los países industrializados más China e India, volaron a la estratósfera. En estos últimos 11 años, el promedio por barril ronda los 80 dólares. 8 veces más que cuando gobernó el Dr. Caldera. En la revolución el ingreso nacional supera los 950 mil millones de dólares. 10 veces más que lo invertido en el plan Marshall que reconstruyó a Europa después de la segunda guerra mundial y los resultados, no pueden ser más catastróficos. Estamos muy bien en los ingresos, pero vamos muy mal.

El país vive una permanente crispación. La inseguridad hace estragos en todos los estratos de la sociedad. No hay discusión de contratos colectivos. Las protestas de los trabajadores están a la orden del día. La inflación diezma el bolsillo de los consumidores. El parque industrial está convertido en un cementerio. Los rubros que producíamos, incluso para exportar, los estamos importando. Hay una peligrosa dependencia alimentaria. Hoy más que nunca dependemos de lo que producen otros países. Tenemos una economía de puertos, no cancelan los sueldos y salarios a tiempo. Las grandes obras públicas no existen y para coronar el drama, los servicios públicos están de terror. Es la prueba más patética que estamos ante un Rey Midas al revés. Toda la riqueza de los venezolanos convertida en excremento.

No hay excusas para la desgracia que vive Venezuela. En estos últimos 11 años han ingresado al tesoro público más millones de dólares que en toda la historia republicana. Los poderes concentrados en el líder de la revolución. Más de dos períodos de los anteriores. El alto gobierno integrado por áulicos de probada lealtad y sumisión al Presidente. Un solo gobierno de la A hasta la Z. Con esa ventaja, facilidad y excelentes condiciones, no hay argumento que valga para justificar semejante fracaso. V.gr., la electricidad que tienen al pueblo al borde de un estallido social. Las sorpresivas subidas y bajadas de tensión, dañan los electrodomésticos, interrumpen el pésimo servicio de agua, los apagones prolongados e intempestivos, agotan la paciencia hasta del chavista más recalcitrante, los vulgares racionamientos nos llevan directo al mar de la felicidad. No hay esperanza de inversión en el sector y hasta los trabajadores de la electricidad están en alerta máxima para salir a protestar porque les incumplen la contratación colectiva y el gobierno se niega a discutirla para actualizarla. En síntesis a la revolución se le fue la luz y en las urnas electorales, este 2010 en las elecciones parlamentarias y en el 2012 en las presidenciales, no hay un ápice de dudas, el voto popular subirá la tensión al máximo en las urnas electorales y los enviará al basurero de la historia.
La verdad del cuento es que, cuando el petróleo estaba en 9 dólares, el gobierno del Dr. Caldera, los invertía en los venezolanos, mientras que la revolución con los astronómicos ingresos que le genera nuestro oro negro a 80 dólares, la Boliburguesía, lo que no se mete en sus bolsillos, lo utiliza en viajes del “comediante en jefe” o lo regala para solucionar problemas en otros países y exportar una revolución trasnochada, anacrónica y delirante. Está seudorevolución ha labrado en el mar. 30 mil millones para el alegre viajero, su séquito de áulicos y… el fracaso revolucionario es de tronío.

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