“La mejor manera de resolver los problemas
es discutiéndolos con libertad”
Thomas B. Macaualay (1800-1859)
Historiador y escritor inglés.
Mientras el Presidente Chávez se ufana de que su fantasma, cual espada de Bolívar, camina por América Latina, fronteras adentro, tiene que estar alerta, muy alerta. El malestar laboral y social camina por todos los rincones de la patria. Los trabajadores petroleros que fueron víctimas primero de un genocidio laboral y luego de un apartheid social, al no permitírseles ingresar a ninguna nómina de empresas relacionadas con la industria, resultó más que un crimen una gran estupidez. Hacían uso de un derecho constitucional y el gobierno los condenó al ostracismo violándole todos los derechos humanos. Esos malestares laborales y sociales, están latentes.
En Guayana, la situación no puede ser más explosiva. Las empresas básicas se han deteriorado a paso de vencedores, los trabajadores luchan por mejores condiciones laborales, socioeconómicas y profesionales. En medio de esas batallas, los dirigentes sindicales y sus afiliados, también trabajan afanosamente para salvar el holding empresarial que fue imaginado, pensado, planificado, construido y consolidado en la cuarta república. Libran la ofensiva en dos frentes: buscan afanosamente salvar las fuentes de empleo y mejorar las condiciones vida de los trabajadores. Una tarea ciclópea que pareciera no ser entendida por este régimen. Esos malestares laborales y sociales, están latentes.
Los despedidos de los peajes, de las alcaldías, gobernaciones, ministerios, empresas del estado, institutos autónomos, poder judicial y otras tantas dependencias oficiales, crean un estado general de convulsión en la masa laboral, una gran crispación social y, si a esto le sumamos el grueso de jubilados, pensionados, desempleados, subempleados e informales, la cuestión se torna de castaño a oscuro. En ese cuadro aterrador, también el gobierno tiene deudas a granel, pasivos laborales que tampoco honra. Negarlo es como pretender ignorar que sol sale todos los días y sale para todos, no sólo para los rojos rojitos. Esos malestares laborales y sociales, están latentes.
Estamos en un punto de inflexión peligroso. El gobierno es rico, alardea de esa verdad. Regala nuestro oro negro en bruto, refinado, sus derivados, los dólares que nos provee esa riqueza que es de todos y se da el lujo, también de comprar bienes y servicios para solucionar problemas exógenos. Todo esto sucede mientras en lo endógeno, tenemos un pueblo pobre, empobrecido, sumido en la miseria, el desempleo y la conflictividad. El líder del proceso, empeñado en su proceso de ideologización y exportación de su modelo autoritario y reeleccionista, pareciera no darse cuenta que vamos camino a una explosión social. Toda esa malversación, derroche, despilfarro y defraudación de la riqueza nacional, es caldo de cultivo para estos malestares laborales y sociales, que están latentes.
Alerta, alerta que camina el malestar laboral y social por todos los rincones de Venezuela. El régimen tiene que ocuparse a tiempo de esta bomba de tiempo y no pensar que la gente se comerá el cuento de que la culpa es del capitalismo, el imperio, Bush, Obama, la CIA, la oligarquía criolla o el terrorismo mediático. La crispación laboral y social es endógena y producto de las siniestras y crueles políticas económicas del Presidente Chávez. Esa incuestionable realidad es lo que ha creado, los malestares laborales y sociales, que están latentes.
En Guayana, la situación no puede ser más explosiva. Las empresas básicas se han deteriorado a paso de vencedores, los trabajadores luchan por mejores condiciones laborales, socioeconómicas y profesionales. En medio de esas batallas, los dirigentes sindicales y sus afiliados, también trabajan afanosamente para salvar el holding empresarial que fue imaginado, pensado, planificado, construido y consolidado en la cuarta república. Libran la ofensiva en dos frentes: buscan afanosamente salvar las fuentes de empleo y mejorar las condiciones vida de los trabajadores. Una tarea ciclópea que pareciera no ser entendida por este régimen. Esos malestares laborales y sociales, están latentes.
Los despedidos de los peajes, de las alcaldías, gobernaciones, ministerios, empresas del estado, institutos autónomos, poder judicial y otras tantas dependencias oficiales, crean un estado general de convulsión en la masa laboral, una gran crispación social y, si a esto le sumamos el grueso de jubilados, pensionados, desempleados, subempleados e informales, la cuestión se torna de castaño a oscuro. En ese cuadro aterrador, también el gobierno tiene deudas a granel, pasivos laborales que tampoco honra. Negarlo es como pretender ignorar que sol sale todos los días y sale para todos, no sólo para los rojos rojitos. Esos malestares laborales y sociales, están latentes.
Estamos en un punto de inflexión peligroso. El gobierno es rico, alardea de esa verdad. Regala nuestro oro negro en bruto, refinado, sus derivados, los dólares que nos provee esa riqueza que es de todos y se da el lujo, también de comprar bienes y servicios para solucionar problemas exógenos. Todo esto sucede mientras en lo endógeno, tenemos un pueblo pobre, empobrecido, sumido en la miseria, el desempleo y la conflictividad. El líder del proceso, empeñado en su proceso de ideologización y exportación de su modelo autoritario y reeleccionista, pareciera no darse cuenta que vamos camino a una explosión social. Toda esa malversación, derroche, despilfarro y defraudación de la riqueza nacional, es caldo de cultivo para estos malestares laborales y sociales, que están latentes.
Alerta, alerta que camina el malestar laboral y social por todos los rincones de Venezuela. El régimen tiene que ocuparse a tiempo de esta bomba de tiempo y no pensar que la gente se comerá el cuento de que la culpa es del capitalismo, el imperio, Bush, Obama, la CIA, la oligarquía criolla o el terrorismo mediático. La crispación laboral y social es endógena y producto de las siniestras y crueles políticas económicas del Presidente Chávez. Esa incuestionable realidad es lo que ha creado, los malestares laborales y sociales, que están latentes.
El régimen para apagar la mecha del estallido social está obligado a discutir libremente con “todos” los líderes sindicales los graves problemas que los aquejan, de lo contrario, pensar que los discutirá en círculos cerrados únicamente con los rojos rojitos, puede producir una reacción en cadena de consecuencias impredecibles. ¡Tengan cuidado! Los malestares laborales y sociales, están latentes, en plena ebullición y la olla de presión puede estallar. Es un grito a tiempo.
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