“En política hay que ser como los frijoles
de olla, arriba o abajo, ¡pero adentro!”
Filósofo de Güémez.
Personaje mexicano que vivió alrededor de 1800.
de olla, arriba o abajo, ¡pero adentro!”
Filósofo de Güémez.
Personaje mexicano que vivió alrededor de 1800.
La llamada revolución que lidera el Presidente Chávez, desde que accedió al poder, mientras en teoría impulsaba la participación democrática, en la práctica, la volvía añicos. Ante la brutal arremetida, los partidos políticos fueron reducidos a su mínima expresión, pero no desaparecieron. Todos, aunque disminuidos, se mantuvieron en pie. Los partidos de masas, por efectos de la circunstancias, dieron paso a los de cuadros y ante el desencanto general sobrevivieron a duras penas contribuyendo a la defensa del sistema de libertades y encabezando las luchas de la sociedad democrática. Nadie en su sano juicio puede negarlo.
El 2 de diciembre pasado, la sociedad democrática, con el invalorable concurso de los partidos políticos, libró victoriosamente la batalla decisiva. Ganó la democracia, triunfó el pueblo y se preservó el castigado sistema de libertades. La amenaza, aunque derrotada momentáneamente, continúa al acecho y no podemos permitir que los errores del pasado y el presente echen por la borda está nueva oportunidad de construir un verdadero y fuerte sistema democrático que cada día vaya perfeccionándose y se proteja contra nuevas aventuras golpistas y seudo revoluciones que solo acrecientan los males del pueblo, intentan cercenar sus libertades y entronizarse en el poder. Un paso más y caemos en el abismo.
Estamos en pleno proceso de recuperación del sistema democrático. En esa lucha permanente, no puede haber pausa, descuido y errores. El liderazgo político debe dar muestras sinceras que aprendió la lección, es obligatorio un cambio de aptitud, hay que abrirse a la sociedad, actuar de manera transparente, ponerle el oído al pueblo, conducirse en sintonía con sus más sentidas aspiraciones y estimular la participación de todos los sectores y personalidades que contribuyan a estimular el espíritu democrático un tanto alicaído en el momento, por los efectos devastadores de la mal llamada revolución y la guerra sin cuartel que permanece vigente en el alma de los enemigos declarados y acomodaticios de la antipolítica. Ganamos, aunque significativa, una batalla, no la guerra.
La cercanía de un proceso electoral local y regional, es un escenario óptimo para despertar en las comunidades la pasión por el sistema democrático. Hay que estimular el lanzamiento de todas las candidaturas posibles, que todos tengan la oportunidad de presentar sus alternativas, programas y proyectos. El legítimo derecho que se tiene de mostrar una aspiración, no puede ser cercenado por nada ni por nadie, no puede permitirse la descalificación a priori, mucho menos por parte de hampones mediáticos que solo buscan conservar las prebendas y privilegios que les garantizan los que hoy ostentan el poder a costa de los dineros del pueblo. El elector debe curarse de espantos y elegir de acuerdo a los dictados de su conciencia y nunca atendiendo a campañas interesadas y canceladas con dineros provenientes de la corrupción. Aquí nos conocemos todos.
El 2 de diciembre pasado, la sociedad democrática, con el invalorable concurso de los partidos políticos, libró victoriosamente la batalla decisiva. Ganó la democracia, triunfó el pueblo y se preservó el castigado sistema de libertades. La amenaza, aunque derrotada momentáneamente, continúa al acecho y no podemos permitir que los errores del pasado y el presente echen por la borda está nueva oportunidad de construir un verdadero y fuerte sistema democrático que cada día vaya perfeccionándose y se proteja contra nuevas aventuras golpistas y seudo revoluciones que solo acrecientan los males del pueblo, intentan cercenar sus libertades y entronizarse en el poder. Un paso más y caemos en el abismo.
Estamos en pleno proceso de recuperación del sistema democrático. En esa lucha permanente, no puede haber pausa, descuido y errores. El liderazgo político debe dar muestras sinceras que aprendió la lección, es obligatorio un cambio de aptitud, hay que abrirse a la sociedad, actuar de manera transparente, ponerle el oído al pueblo, conducirse en sintonía con sus más sentidas aspiraciones y estimular la participación de todos los sectores y personalidades que contribuyan a estimular el espíritu democrático un tanto alicaído en el momento, por los efectos devastadores de la mal llamada revolución y la guerra sin cuartel que permanece vigente en el alma de los enemigos declarados y acomodaticios de la antipolítica. Ganamos, aunque significativa, una batalla, no la guerra.
La cercanía de un proceso electoral local y regional, es un escenario óptimo para despertar en las comunidades la pasión por el sistema democrático. Hay que estimular el lanzamiento de todas las candidaturas posibles, que todos tengan la oportunidad de presentar sus alternativas, programas y proyectos. El legítimo derecho que se tiene de mostrar una aspiración, no puede ser cercenado por nada ni por nadie, no puede permitirse la descalificación a priori, mucho menos por parte de hampones mediáticos que solo buscan conservar las prebendas y privilegios que les garantizan los que hoy ostentan el poder a costa de los dineros del pueblo. El elector debe curarse de espantos y elegir de acuerdo a los dictados de su conciencia y nunca atendiendo a campañas interesadas y canceladas con dineros provenientes de la corrupción. Aquí nos conocemos todos.
La fiesta democrática apenas se inicia. La participación de la mayor cantidad de candidatos le pondrá sabor, sazón y pasión a la lucha política. Todos tienen el legítimo derecho de colocar su nombre a la consideración del soberano y una vez establecido el mecanismo de selección, participar limpia y honestamente, respetar los resultados, no ser obstáculo para la unidad y trabajar con ahínco por la victoria y la defensa y fortalecimiento del sistema democrático. Nada vale más y nada vale menos que el sistema de libertades, y para defenderlo los políticos debemos participar activamente. Estar adentro, pues.
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