“Primero habla contigo mismo de lo que quisieras
ser; y entonces haz lo que tengas que hacer”
Epicteto (55-135 d.C.)
ser; y entonces haz lo que tengas que hacer”
Epicteto (55-135 d.C.)
Pensador griego.
La reforma constitucional nos mete en un callejón sin salida. Blanco o negro. No hay matices. Los que abogan por el SI creen ciegamente en el líder providencial, la necesidad de otorgarle todos los poderes y concederle a su libre albedrío los destinos y las riquezas del país. Los que tenemos formación democrática estamos convencidos que diciendo NO a la reforma estamos preservando para bien de Venezuela la democracia, la libertad y abriendo espacios para una verdadera democracia participativa y protagónica. He allí el dilema.
Hay principios que son innegociables y que no pueden someterse a una elección entre mayorías y minorías. La alternabilidad en el poder, al pluralidad ideológica, la autonomía del Banco Central, el derecho a la información en los estados de excepción, la descentralización, el liderazgo colectivo y la elección popular de toda autoridad que pretenda ejercer cargos en cualquier rincón del país. Los derechos tienen que ser progresivos y no regresivos. Hay que avanzar en la democracia plena y no volver a la condenable dedocracia. Negar la reforma es pensar en Venezuela.
Las mentes más esclarecidas de la iglesia, del estamento militar, de la academia y de la sociedad civil, le han recomendado respetuosa y patrióticamente al ciudadano Presidente, que es el proponente de la reforma constitucional que la retire. No es una reforma, es una nueva constitución y eso implica la convocatoria de una Asamblea Constituyente que surja del poder originario que reside en el pueblo. Convoquémosla y en medio de una discusión seria, responsable, abierta y en libertad logremos consensos mínimos para que todos nos consideremos representados en ella y podamos vivir en democracia, paz y libertad. No es mucho pedir y muy grande lo que obtendríamos.
La aprobación de una nueva Constitución Nacional, no puede ser despachada tan alegremente entre un SI que identifique a un líder que circunstancialmente ejerce la presidencia, tenga el control de todos los poderes, el presupuesto nacional y utilice un ventajismo grosero y salvaje sobre una parte importante de sus compatriotas para aplastarlos y someterlos. Eso, más que un crimen, es una estupidez de marca mayor. La Constitución es la carta de navegación del país entero y no se puede entregar en manos de unas minorías fanatizadas, enceguecidas y en buena medida orientas por la ubre del petroestado. Hay que decidir y decidir con conciencia y pensar en Venezuela y no en líderes providenciales.
Hay principios que son innegociables y que no pueden someterse a una elección entre mayorías y minorías. La alternabilidad en el poder, al pluralidad ideológica, la autonomía del Banco Central, el derecho a la información en los estados de excepción, la descentralización, el liderazgo colectivo y la elección popular de toda autoridad que pretenda ejercer cargos en cualquier rincón del país. Los derechos tienen que ser progresivos y no regresivos. Hay que avanzar en la democracia plena y no volver a la condenable dedocracia. Negar la reforma es pensar en Venezuela.
Las mentes más esclarecidas de la iglesia, del estamento militar, de la academia y de la sociedad civil, le han recomendado respetuosa y patrióticamente al ciudadano Presidente, que es el proponente de la reforma constitucional que la retire. No es una reforma, es una nueva constitución y eso implica la convocatoria de una Asamblea Constituyente que surja del poder originario que reside en el pueblo. Convoquémosla y en medio de una discusión seria, responsable, abierta y en libertad logremos consensos mínimos para que todos nos consideremos representados en ella y podamos vivir en democracia, paz y libertad. No es mucho pedir y muy grande lo que obtendríamos.
La aprobación de una nueva Constitución Nacional, no puede ser despachada tan alegremente entre un SI que identifique a un líder que circunstancialmente ejerce la presidencia, tenga el control de todos los poderes, el presupuesto nacional y utilice un ventajismo grosero y salvaje sobre una parte importante de sus compatriotas para aplastarlos y someterlos. Eso, más que un crimen, es una estupidez de marca mayor. La Constitución es la carta de navegación del país entero y no se puede entregar en manos de unas minorías fanatizadas, enceguecidas y en buena medida orientas por la ubre del petroestado. Hay que decidir y decidir con conciencia y pensar en Venezuela y no en líderes providenciales.
Loe venezolanos chavistas y no chavistas debemos estar claros. Asistimos al acto electoral pensando en un líder providencial, le entregamos al país o lo hacemos pensando en Venezuela. Particularmente creo que lo más íntegro es pensar en el colectivo, negar toda posibilidad de sepultar la democracia y libertad y solicitar al Presidente que se dedique a gobernar eficiente y decentemente los 5 años que le restan de período constitucional. La reforma no soluciona nada y por el contrario puede ser la espita que abra un escenario de inestabilidad que puede desembocar en una crisis de dimensiones incalculables. Hay que pensar que lo verdaderamente trascendente es Venezuela.
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