“Yo sólo amo una cosa: Hacer
bien lo que tengo que hacer”
Jean Anouilh (1910-1987)
Dramaturgo francés.
bien lo que tengo que hacer”
Jean Anouilh (1910-1987)
Dramaturgo francés.
Hay que insistir en la actualización del Plan Local de Desarrollo Urbano Local. El crecimiento de la ciudad no puede continuar siendo anárquico y mucho menos estar supeditado a los caprichos de quienes transitoriamente ostentan el poder. Es tiempo de que la comunidad logre un acuerdo que nos provea de un proyecto estratégico de la ciudad que todos anhelamos. La Constitución Bolivariana de Venezuela, habla de una democracia participativa y protagónica. No hay hecho más trascendental para una localidad, en que la gente pueda ejercer ese rol que le asigna nuestra carta magna que convocarla para escuchar su opinión en cuanto al ordenamiento urbanístico de la ciudad donde vive. Vamos a consultar a la gente, concretemos un plan y luego de las consultas de rigor, la Cámara Municipal aprobará la ordenanza con el nuevo PDUL y evitamos tantos males, dolores de cabeza, abusos de autoridad, perversiones, corrupciones y desviaciones caprichosas.
Cuando los gobernantes tienen sentido de la responsabilidad, asumen el rol que les corresponde. No actúan arbitrariamente, buscan construir consensos, no atropellan, impulsan la participación de la colectividad. Buscan soluciones, no agudizan problemas. En ese orden de ideas, lo sensato es, que si aspiran cambiar la ciudad para siempre, ordenarla, buscar su crecimiento armónico y sustentable, estén buscando afanosamente la elaboración de un proyecto de ciudad, donde estén recogidas las aspiraciones, opiniones y motivaciones de la comunidad y no el capricho del burócrata de turno, que por contar con el apoyo mediático de uno jauría tarifada cree que está “sobrado” Pisen tierra, pónganle el oído al pueblo y verán que no todo lo que dicen y hacen es aplaudido por la inmensa mayoría. El poder es efímero.
Atropellar familias, derrumbar viviendas, utilizar la fuerza pública para desalojar humildes trabajadores, violar derechos humanos con el argumento de ordenar la ciudad, no pasa de ser una práctica criminal. La violencia genera violencia. Hay que actuar con sensatez, buen juicio y mesura. La ciudad nos pertenece quienes la habitamos. Nadie la quiere más que otro. Todos somos dolientes, tenemos deberes y derechos por igual. Entonces, lo que procede, es que nos pongamos de acuerdo civilizadamente, busquemos acuerdos y no sembremos vientos que con seguridad provocarán tempestades innecesarias. La jauría mediática neutraliza momentáneamente los efectos negativos sobre las víctimas y aplaca la irritación de la comunidad, pero la procesión va por dentro. No olvidéis que todos somos hijos de Dios y a la hora de pagar nadie es tramposo.
Particularmente estoy convencido de que la mejor forma de arreglar la anarquía, los caprichos, la corrupción y los abusos en el ordenamiento de la ciudad, es actualizando y aplicando rigurosamente un moderno Plan de Desarrollo Urbano Local. Hay que regularizar el uso de la tierra. Evitemos que se impongan los que tienen un rancho en la cabeza, pero también los que por el hecho de detentar el poder transitoriamente y poseer dineros a borbotones para pagar jaurías mediáticas se creen dueños absolutos de la verdad.
Cuando los gobernantes tienen sentido de la responsabilidad, asumen el rol que les corresponde. No actúan arbitrariamente, buscan construir consensos, no atropellan, impulsan la participación de la colectividad. Buscan soluciones, no agudizan problemas. En ese orden de ideas, lo sensato es, que si aspiran cambiar la ciudad para siempre, ordenarla, buscar su crecimiento armónico y sustentable, estén buscando afanosamente la elaboración de un proyecto de ciudad, donde estén recogidas las aspiraciones, opiniones y motivaciones de la comunidad y no el capricho del burócrata de turno, que por contar con el apoyo mediático de uno jauría tarifada cree que está “sobrado” Pisen tierra, pónganle el oído al pueblo y verán que no todo lo que dicen y hacen es aplaudido por la inmensa mayoría. El poder es efímero.
Atropellar familias, derrumbar viviendas, utilizar la fuerza pública para desalojar humildes trabajadores, violar derechos humanos con el argumento de ordenar la ciudad, no pasa de ser una práctica criminal. La violencia genera violencia. Hay que actuar con sensatez, buen juicio y mesura. La ciudad nos pertenece quienes la habitamos. Nadie la quiere más que otro. Todos somos dolientes, tenemos deberes y derechos por igual. Entonces, lo que procede, es que nos pongamos de acuerdo civilizadamente, busquemos acuerdos y no sembremos vientos que con seguridad provocarán tempestades innecesarias. La jauría mediática neutraliza momentáneamente los efectos negativos sobre las víctimas y aplaca la irritación de la comunidad, pero la procesión va por dentro. No olvidéis que todos somos hijos de Dios y a la hora de pagar nadie es tramposo.
Particularmente estoy convencido de que la mejor forma de arreglar la anarquía, los caprichos, la corrupción y los abusos en el ordenamiento de la ciudad, es actualizando y aplicando rigurosamente un moderno Plan de Desarrollo Urbano Local. Hay que regularizar el uso de la tierra. Evitemos que se impongan los que tienen un rancho en la cabeza, pero también los que por el hecho de detentar el poder transitoriamente y poseer dineros a borbotones para pagar jaurías mediáticas se creen dueños absolutos de la verdad.
Es la competencia de los gobiernos locales que son de forma y si las hacen bien, resuelven varios problemas de fondo. No eludan, la comunidad está ojo pelao, sabe por donde van los tiros, de quién y quienes es la competencia en materia de ordenamiento urbanístico. Hagan bien lo que tienen que hacer. Ese es el punto.
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